Bebidas

buscar

sábado, 4 de enero de 2014

Ron Pope, el licor emblemático de las clarisas capuchinas

En la cocina de las hermanas clarisas capuchinas el fuerte olor a canela se apodera del ambiente y cautiva.
Una rústica cuchara de madera, símbolo de esta orden religiosa creada en el siglo XVI, marca el ritmo de los movimientos circulares en una gran olla, mientras fluyen efluvios dulzones simplemente embriagadores.

No hay duda. Estamos ante la preparación artesanal de un licor llamado Ron Pope, una tradición de las clarisas capuchinas del Monasterio de la Inmaculada Concepción, en Iroco, Oruro.
El Ron Pope es un licor elaborado a base de leche y huevo. Según varios datos históricos, fue creado en los conventos de México.
En la actualidad se considera el licor emblemático de las clarisas capuchinas.
La hermana Lidia Humérez es una de las encargadas de prepararlo. Ella vive junto a otras cuatro religiosas en el monasterio. Una vez que los ingredientes están en la olla, ella los revuelve hasta que hiervan.
"Aprendí a hacer el Ron Pope en la comunidad de las hermanas en Cochabamba. En Oruro hacemos el licor desde hace alrededor de dos décadas. Es un licor de leche que tiene huevo, canela y por supuesto algunos secretos”, cuenta la hermana Lidia, mientras revuelve con pasión los ingredientes hasta que hiervan.
Una esencia delicada
El resultado es un licor dulce y sutil al paladar. Sin embargo, por sus ingredientes es una bebida muy delicada de elaborar y merece una constante vigilancia.
Después de batir el huevo, la leche, el azúcar y otros ingredientes, son puestos a fuego lento.
Desde ese momento se debe remover el contenido constantemente hasta el primer hervor. Después hay que dejarlo cocinar durante una hora.
Con su delantal puesto y cuchara en mano, la hermana Lidia relata que el mayor riesgo es que la leche se corte.
En tanto, el calor de la hornilla encendida se expande en la cocina, convertida en el laboratorio de una alquimista de sabores.
"Cuando se hace el licor no se debe elaborar ningún otro producto en la cocina porque el olor de cualquier alimento impregna el sabor y aroma de la mezcla”, explica.
Las ollas, de las que se obtienen desde 10 hasta 30 litros de licor, y las cucharas de madera son exclusivas del proceso.
Éstas tampoco pueden ser usadas para elaborar ningún otro alimento.
Por cierto, la mezcla debe reposar por 24 horas.
Posteriormente, se le añade alcohol y se pasa por un colador para separarla de la canela.
La delicadeza del producto se traslada a su vida útil. Al ser producido sin ningún tipo de conservantes, el Ron Pope se debe beber en los siguientes 15 días a partir de su elaboración.
Cada botella que se utiliza para envasar la bebida es donada al monasterio.
Una botella contiene alrededor de 750 mililitros de Ron Pope y tiene un costo de 25 bolivianos.
La mayoría se vende en Oruro, aunque se hacen envíos a otros departamentos del país.
La comercialización del licor permite subsistir a las clarisas capuchinas, pues ellas están dedicadas a la vida contemplativa y la oración, y por tanto consagradas al trabajo.
Otra de las expertas en hacer el Ron Pope de Oruro es la hermana superior del convento.
Bebida y alimento
Con un nombre tan dulce como el sabor de la bebida, la hermana superior Auxilio Flores de la Rosa, de nacionalidad mexicana, llegó a Bolivia hace 26 años.
La religiosa cuenta que en dosis adecuadas el licor resulta ciertamente beneficioso.
"Algunas personas nos dijeron que les hacía bien cuando tenían la presión baja. Había una señora que nos lo pedía por esa razón y lo hacíamos con menos cantidad de alcohol”, señala.
Las personas que conocen el producto lo solicitan a su gusto. Algunas veces piden un poco más de alcohol de lo usual o quizás menos, depende.
Otro de los beneficios que tiene el licor, según la hermana Auxilio, es de ser alimenticio porque está elaborado con ingredientes muy nutritivos.
El invierno, carnavales y Año Nuevo son las temporadas en que se reciben más pedidos del Ron Pope. Además, se ofrece en el mercado Fermín López, en Oruro.

El fuerte aroma de la canela se torna sutil cuando la bebida enfría. Sólo las hermanas conocen el secreto del sabor aterciopelado que se hace en su monasterio, y ahí se quedará entre las frías paredes del claustro y el silencio sepulcral de la capilla.

Una vida de oración entre mascotas

En el Monasterio de la Inmaculada Concepción la vida de las cinco hermanas transcurre también entre el cuidado de loros, gatos, perros y cerdos.
La hermana Carolina Salvatierra es la más cercana a los cuatro loros que viven en un solario del monasterio y que dicen hola. Lorenzo, Polly, Mauricio y Lorena sólo se asustan si ven a un hombre ingresar a su espacio.
Cuando eso pasa se ponen nerviosos e inclusive pueden ejecutar un plan fallido de huida. "Di hola, Polly”, insta la hermana Carolina mientras que él le hace caso a los pocos segundos.
Afuera cinco gatos merodean en el patio hasta que la más sociable aparece. Es Chavela, una joven gata negra que se pasea maullando cerca de las hermanas.
Y en cuanto a la seguridad del monasterio, ésta recae en dos perras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario