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viernes, 27 de mayo de 2016
China eleva su apuesta con su 'vino de altura'
Consolidado como el segundo país con mayor superficie de viñedos del mundo después de España, China lleva años intentando producir vino para el mercado internacional. Sin lograr de momento estar a la altura, presume de otro título: disponer de la única cueva a gran altitud para su crianza.
En concreto, a 2.300 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra en Danba, un pintoresco condado de la prefectura autónoma de Ganzi, al oeste de la provincia de Sichuan y en plena meseta tibetana, uno de los principales reclamos de la bodega para vender su vino.
"La cueva ya existía antes, pero nosotros la utilizamos desde 2007", cuenta a un grupo de periodistas Xiao Xiao, empleada de la bodega que hace de guía, mostrando el contraste entre las modernas instalaciones de fermentación y el aire rústico de la cavidad donde se conserva durante al menos un par de años antes de embotellarlo.
Con la evidente intención de dotar de misticismo al enclave, la joven añade que antes meditaba allí un "Buda viviente", como llaman los budistas a las personas que se consideran reencarnaciones del sabio. Reminiscencia de ello o guiño comercial, varias pinturas y altares budistas decoran hoy las paredes y rincones de la cueva.
En tono más prosaico, el ingeniero de la bodega, Zhang Jin, destaca que, gracias a la temperatura y a la humedad constantes de la cueva (de entre 13 y 15 grados y del 70-75%, respectivamente), el "sabor del vino resulta más equilibrado", con un volumen de alcohol de unos 12 grados.
Vendido bajo la marca "Kangding Hong" (Kangding Rojo) por precios que oscilan entre los 15 y 260 dólares, el vino se elabora desde plantones de viña importados de Francia y en menor medida España, sobre todo las tintas cabernet sauvignon y merlot, que cultivan en viñedos propios y en plantaciones de agricultores autóctonos.
El objetivo, indica Zhang, es dar empleo a la población del condado, en su mayoría tibetana y dependiente de la agricultura, la ganadería y la minería como fuente de ingresos.
El ingeniero asegura que, en virtud de ello y debido a las dificultades que entraña criar uvas a gran altura -Danba tiene un promedio de elevación de 1.800 metros-, después las compran a los agricultores locales "por el doble del precio del mercado".
Pese a lo anterior, algunos vecinos todavía prefieren cultivar productos más tradicionales. Es el caso de San Bu Chang Bao, quien disponía de un pequeño viñedo hasta que un deslizamiento de tierras, muy frecuentes en esta zona, lo sepultó recientemente.
"De todas formas, prefiero plantar vegetales o tubérculos, con los que se consigue dinero más fácilmente, ya que se venden directamente en el mercado", cuenta San, tibetano, desde su vivienda, aunque no descarta volver al negocio del vino, ya que tiene a favor el clima moderado y las tierras fértiles de Danba.
El gerente de la bodega, Ma Yung, añade que tienen alrededor de 150 empleados de la zona y un total de 3.960 familias de Danba y de otros condados vecinos involucradas en el proyecto, el cual destaca que va en línea con el plan de las autoridades de "intentar reemplazar la minería tradicional por la agricultura avanzada".
Y más desde que en los pasados años se suceden las protestas de la población local contra la contaminación medioambiental que provoca la actividad minera en Ganzi, donde hay más de 30 depósitos minerales de gran tamaño y hasta 70 tipos de recursos minerales.
La última ocurrió a comienzos de mayo, cuando más de 100 tibetanos se manifestaron en Lhagang, una localidad de la prefectura, para pedir el cierre de una mina que denunciaban estar causando la muerte de miles de peces de los ríos cercanos.
Sin querer entrar en polémicas, Ma dice a Efe que el proyecto ayuda a preservar la calidad medioambiental y cultural de Danba, conocido como "el valle hermoso" de China, y que la empresa, Vino Tinto de Kangding, todavía tiene una ligera tasa de ganancias del 3 por ciento, pero grandes planes a la vista.
Propiedad de un acaudalado empresario tibetano del condado, Lü Shigui, que hizo su fortuna en el sector de la energía hidroeléctrica y la hostelería, el gerente asegura que intentarán salir a bolsa en los próximos cinco años.
"El sueño real es mejorar la calidad del vino y venderlo a otros países", confiesa Ma, elevando su apuesta desde la meseta tibetana.
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