La culpable es una molécula presente en el tapón capaz de distorsionar nuestra capacidad de detectar olores, hasta el punto de que nos parece estar a punto de saborear un cartón mojado
Puede que alguna vez le haya ocurrido. Ha abierto ilusionado una botella de vino y, en vez del aroma embriagador que esperaba, el contenido desprende un olor a corcho, parecido al cartón mojado. Esto no significa que el corcho haya caído dentro de la botella, sino que está contaminado por una molécula llamada tricloroanisol (TCA), muy bien conocida entre los bodegueros y enólogos, una especie de moho.
Hasta ahora se creía que lo que olíamos era directamente esa repulsiva molécula, pero investigadores japoneses descubrieron que la TCA no huele por sí misma, sino que distorsiona nuestra capacidad de detectar olores. Han publicado su estudio en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS).
"Los catadores más expertos pueden reconocer la TCA en la primera aspiración de un vino afectado", dice Thomas Matthews, editor ejecutivo de la revista Wine Spectator, a Science Now. Sin embargo, en otras ocasiones un vino contaminado con pequeñas concentraciones de la molécula puede pasar la criba.
Con datos de Abc
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