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miércoles, 28 de diciembre de 2016

Vino y singani venden menos, pero generan más empleo que la cerveza

Según datos de 2012, el consumo de cerveza en Bolivia suponía un 69% de la facturación de bebidas alcohólicas, mientras que la suma del vino y el singani solo alcanzaba el 9%. A pesar de estas cifras, la producción de las dos bebidas de uva daba lugar a más fuentes de trabajo.

El consumo de cerveza en Bolivia suponía en 2012 un 69% de la facturación de bebidas alcohólicas, mientras que la suma del vino y el singani solo alcanzaba el 9%. Sin embargo, la producción de estas dos bebidas de uva generaba 2.660 empleos, mientras que la cerveza solo aportaba 1.200 puestos de trabajo.

Datos más actuales revelan que la producción de uva y su industrialización generan de manera directa e indirecta más de 10.000 empleos, pasando desde los cultivos hasta la venta y distribución de vinos y singanis.

La virtud del sector vitivinícola respecto a otras bebidas alcohólicas es que constituye una cadena de valor más compleja y con casi la totalidad de insumos locales, por lo que genera más empleo.

Este sector —que abarca la producción de uva de mesa, vino y singani— supone el 0.5% del PIB del país y el 3.7% de la economía del departamento de Tarija. Un estudio encargado por Fautapo daba estas cifras para 2012 y consideraba que el sector movía $us 100 millones al año y aportó $us 14 millones en impuestos.

Según ese informe, la producción de vino asciende a 5 millones de litros cada año y la de singani, a 3,6 millones de litros.

Se estima que el sector crece a un ritmo del 7% cada año. Si esto es correcto, en 2015 habría movido más de 122 millones de dólares.

Según Luis Antelo, directivo de la fundación Fautapo, entre el 80 y 85% de la producción boliviana es de vinos de mesa para el mercado interno.

A pesar de ello, varias bodegas han ganado premios por su producción de más calidad.

Aportación económica

“La fundación Fautapo y la cooperación holandesa, a través de un programa de ayuda para países en vías de desarrollo, promueven la situación de los vinos bolivianos en mercados internacionales a través de la marca Wines of Bolivia”, indica Antelo.

El objetivo es llegar a países como Alemania, Reino Unido y la propia Holanda, que tienen un alto poder adquisitivo y una apertura a nuevos productos.

Aunque por el momento la exportación de caldos tiene poca importancia cuantitativa (no alcanza el 1% de toda la producción), la política de exportación ya tiene repercusiones en el mercado interno, pues contribuye a “mejorar la imagen del vino boliviano y fortalecer el mercado local”, agrega la fuente informativa.

Turismo enológico

Otra asignatura pendiente de Tarija es el desarrollo del turismo enológico. La directora de Turismo en la Gobernación de ese departamento, Viviana Ugarte, reconoce que la llamada ruta del vino “se encuentra en la etapa de desarrollo como producto turístico”.

“Esperamos que las empresas sigan innovando”, dice a EFE, “para diversificar la ruta y superar la visita a las bodegas como único atractivo”.

Según su criterio, una oferta enoturística tendría que incluir visitas a las viñas y actividades culturales, además de combinarse con la oferta gastronómica de la región y su patrimonio paisajístico y arquitectónico.

Para ello, sostiene, “es necesario que las instituciones públicas contribuyan a la innovación de los operadores privados y también la implicación de las comunidades locales”

Un riesgo para el capital turístico y paisajístico de la zona, en opinión de Molina, es “la falta de control sobre las nuevas construcciones”.

El presidente de la Asociación Nacional de Industriales Vitivinícolas (ANIV), Franz Molina, dice que su institución intenta que el área vinícola de Tarija sea protegida para mantener el paisaje tradicional de campiña.

Las virtudes del vino boliviano

En 2016 la revista británica Decanter reconoció el Tannat Único de Campos de Solana como el mejor tinto de Centroamérica y Sudamérica. En 2013, Aranjuez, otra de las grandes bodegas tarijeñas, ganó el reconocimiento de “Tannat del Mundo” en Montevideo, que premia los vinos más destacados de esa cepa francesa.

Gerardo Aguirre, socio de esta bodega, es el enólogo que desarrolló el primer vino Tannat en Tarija con un trabajo de importación de cepas europeas, que comenzó el año 2000, y que dio los mejores resultados con la mencionada variedad Tannat.

Muy buena acidez

“Las medallas que hoy Tarija presenta a la opinión pública son lauros que se han ganado con mucho esfuerzo de ir seleccionando cepas especiales de ubicaciones geográficas pequeñas, diferenciadas”, explica el enólogo.

Cada variedad de uva se adapta de distinta forma a cada territorio en función de las condiciones de la tierra o el clima. Y Aguirre señala que la altura de las viñas es un factor determinante para definir las características de los vinos del lugar.

El presidente de la Asociación Nacional de Industriales Vitivinícolas (ANIV), Franz Molina, coincide con él. “Tenemos viñedos de 1.600 a los 3.000 metros”, dice al señalar que “son vinos mucho más elegantes, con muy buena acidez”.

En Bolivia se cultivan cepas como Tannat, Syrah o Malbec en tintos, además de las variedades blancas como la uva de Alejandría, para elaborar moscateles y singani.

Bertil Tottenborg, somelier del Gustu, restaurante paceño considerado internacionalmente como el mejor del país, explica que “la intensidad del sol en la altura provoca una elevación de los niveles de azúcar que, sin embargo, no hace que la graduación alcance niveles demasiado altos durante la fermentación. Las noches, por otra parte, son frías, lo que otorga frescura y acidez”.

“Este complemento entre aromas y sabores 'masculinos' y una frescura y elegancia 'femeninas' crea un balance increíble”, reivindica Tottenborg, cuyo restaurante solo trabaja con bebidas nacionales.

Molina defiende que la producción destinada a la exportación debe orientarse hacia la calidad. “Al exterior podemos competir con productos diferentes de alta gama”, argumenta.

Tottenborg opina que los vinos bolivianos no pueden competir con sus vecinos Chile y Argentina en cantidad y generación de divisas, “pero sí en calidad”.

“Recordemos que la producción total de vino en Bolivia solo abarca unas 3.000 hectáreas”, dice a EFE. Se trata de una superficie equivalente a la ocupada por viñedos en Salta, una de las regiones vitivinícolas más pequeñas de Argentina.

Aguirre, el enólogo de la bodega Aranjuez, explicó que las condiciones geográficas hacen difícil la producción en cantidad, ya que la viña en Tarija requiere regadío y el relieve de la zona hace que, habilitar nuevas áreas de cultivo, necesite grandes inversiones.

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