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domingo, 9 de octubre de 2016

Chernobyl preserva la chicha con calidad, sanidad y ecología



Dice el chiste que cuando Neil Armstrong puso los pies en la luna, una cochabambina fue a recibirlo con una tutumita de chicha. Si el cuento fuera cierto, lo más seguro es que se trataría de chicha Chernobyl, una factoría quillacolleña que no sólo ha logrado mantener vivo el elixir valluno, sino que ha conseguido que el producto llegue, embotellado, a sitios tan distantes del planeta como Estados Unidos y España.

Para lograr todo esto, sin embargo, la empresa de los esposos, Román Soliz y Cristina Gonzales, tuvo que elevar la producción a niveles industriales, pero con todos los rigores de ecología, salubridad y calidad, eso sí sin perder la esencia del elixir tradicional,

Por ello, la factoría se proveyó de sistemas de combustión a gas natural, tuberías y bombas de succión, peroles de bronce (inoxidables) para la cocción, vehículos termoking con sistemas de refrigeración para el traslado de chicha a los intermediarios y uniforme especial de higiene y seguridad por parte de los trabajadores, entre otros aspectos.

Chernobyl acaba de sumar dos avales más a su extenso palmarés: el Registro Ambiental Industrial, que otorga la Alcaldía de Quillacollo, y la Declaratoria de Adecuación Ambiental por parte de la Gobernación de Cochabamba.

Estas certificaciones no sólo avalan que Chernobyl ha cumplido con todos los requisitos que establecen la ley 1333 de Medio Ambiente y su reglamento, sino que garantizan la calidad e inocuidad de la producción.

Pese a que los trámites demoraron dos años y que a la fecha es la única en todo el país que cuenta con estos avales, la factoría ya reunía todos los requisitos desde hace mucho tiempo.

De hecho, ya van dos décadas que Chernobyl tiene instalado el sistema de gas natural por el que dejó de lado la vieja práctica de combustión a leña, haciendo, consecuentemente, un alto a la tala de bosques. La innovación, sin embargo, tuvo un costo, no sólo por la altísima inversión económica, sino también por la adaptación. Según explica Román Soliz, la combustión a leña es lenta y toma al menos una semana. En cambio la llama de gas natural era demasiado fuerte y hubo que hacer varias pruebas hasta lograr la intensidad ideal.

Otro avance, fue la mecanización y el sistema de tuberías y bombas de succión en la factoría, lo que implica dejar de lado la intervención de la mano humana.

Con todos estos requisitos, la chicha de Chernobyl garantiza estar lista para llegar a la luna, con higiene, calidad y ecología.



"La chicha Chernobyl llegó embotellada a Estados Unidos y España"



PRODUCCIÓN

Chernobyl nació en 1988 y, según la propietaria, Cristina Gonzles, fue un grupo de intelectuales bohemios que sugirieron el nombre, a propósito de la reciente explosión de la central nuclear. “Decían que esta chicha era como una explosión”, explica.

Pese a su nivel de industrialización, se procura conservar la esencia en la producción.

Según la propietaria, la materia prima principal es la wasa sara, una variedad de maíz producido en Ayopaya exclusivamente para la chicha. De este grano se obtiene el wiñapu, del que se obtiene harina especial, que se cuece en peroles al menos por una semana.

Concluido el proceso, el líquido pasa a los wirkis para su fermentación por al menos otra semana. Será después de todo este tiempo que la chicha esté lista para su consumo.

Este proceso cuenta con el aval de Senasag, y, lo más importante, el visto bueno de toda su clientela que ha confirmado la fama de Chernobyl.



FOR EXPORT

Chernobyl es, hasta la fecha, la única factoría que logró llevar chicha a Estados Unidos y España, donde los compatriotas, felices de reencontrarse con un producto de la Llajta, la adquirían como pan caliente.

El mérito, según refieren los propietarios, corresponde al ingeniero enólogo Fernando Quitón, quien logró la fórmula ideal de preservación de la chicha.

Si la jarra doble (con capacidad de dos litros) de chicha sin envasar se ofrece actualmente a 12 bolivianos, la botella de 600 mililitros se la vendía a 10, en el país. Había que tomar en cuenta la inversión en el embotellado.

Sin embargo, en Estados Unidos, cada botella se vendía a 25 dólares. Pero no era Chernobyl la que ganaba la diferencia, sino las empresas comercializadoras que llevaban el producto al exterior.

Este proyecto quedó temporalmente suspendido. Fernando Quitón falleció hace poco.

La empresa lo recuerda con gratitud y hay que retomar el proceso de embotellado.



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